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    El Árbol de la Vida: La Tríada de los Supernos

    Feldkhon
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    Fecha de inscripción : 22/01/2014

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    Mensaje por Feldkhon Lun Feb 24, 2014 12:16 pm

    Este tema trata sobre la Tríada de los Supernos (o Supremos) y Ain (la Nada que existe más allá de Kether).
    Los Supernos son los tres Sephiroth que coronan el Árbol de la Vida, Kether, Chokmah y Binah.


    Índice del Árbol de la vida: https://eldivan.foroactivo.mx/t177-el-arbol-de-la-vida-introduccion-e-indice


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    0. AIN


    El universo, como la suma total de las cosas y criaturas vivientes, se concibe teniendo su origen primitivo en el Espacio Infinito.
    ז יא – Ain, la Nada, o Parabrahman, la Causa Sin Causa de toda manifestación-. Citando al Zohar: “Antes de haber creado ninguna forma en este mundo, antes de haber producido ninguna forma.
    Él estaba solo, sin forma, sin asemejarse a nada. ¿Quién entendería como era Él entonces, antes de la creación, ya que Él no tenía forma?”

    El Ain no es un ser, es la NADA. Lo que es incomprensible, desconocido e impenetrable no existe –al menos, para ser más exactos, en la medida en que se refiere a nuestra propia conciencia-.
    Blavatsky define esta realidad primal como un principio omnipresente, eterno e ilimitado, sobre el cual es imposible hacer cualquier especulación, ya que trasciende en tal medida el poder de las ideas y del pensamiento humano que sólo se conseguiría empequeñecerlo con cualquier similitud. Lo que es conocido y denominado lo es, no a partir de un acontecimiento de su sustancia, sino de sus limitaciones.


    En sí mismo es impenetrable, impensable e indecible. Rabbi Azariel ben Menahem (nacido en 1160 D.C.), un discípulo ya mencionado de Isaac el Ciego, afirma que el Ain no puede ser comprendido por el intelecto ni descrito con palabras, pues no hay ninguna letra ni palabra para representarlo.

    En otro sistema muy importante, esta idea es representada gráficamente de forma muy pintoresca como la Diosa Nuit, la Reina del Espacio Absoluto y la Brillantez desnuda del azul nocturno del cielo – la Mujer con “la leche de las estrellas (el polvo cósmico) chorreando de sus pechos”.

    Es lo absoluto o lo impenetrable del agnosticismo de Herbert Spencer; las tres veces grande oscuridad del casto sacerdote egipcio, y el Tao chino dice que “se asemeja al vacío del espacio”, y que “no tenía Padre; está más allá de todos los demás conceptos, más alto que lo más alto”.

    En una de las meditaciones de Chuang Tzu encontramos que “Tao es algo más allá de las existencias materiales. No puede expresarse, ni con palabras ni con el silencio. En ese estado que no es ni de palabras ni de silencio, puede comprenderse su naturaleza trascendental”.

    A este concepto cabalístico o principio del Cero se le asignaría la definición de Dios o de sustancia de Baruch Spinoza: “Lo que requiera para su concepto el concepto de nada.”

    Otro de los muchos símbolos usados por los hindúes para representar este Cero era el de la  serpiente Ananta, que engloba el universo; su cola desapareciendo en su boca representa la naturaleza reintegrante de la Infinitud.



    1. KETHER


    Para ser consciente de Sí Mismo, o para hacerse comprensible a Sí Mismo, Ain se convierte en ףוס ןיא Ain Soph (Infinidad), y todavía más רוא ףוס ןיא Ain Soph Aour, la Luz Absoluta Ilimitada (el Daivaprakriti de los brahmanes vedantistas, y el Adi-Buddha o Amitabha de los budistas); que entonces por contracción (Tsimtsum, de acuerdo con el Zohar) se concretó en un Punto Central Sin Dimensiones, Kether, la Corona, que es la primera Sephirah del Árbol de la Vida.

    Otra forma de expresar esta misma idea es la del concepto de negatividad absoluta, las Fuerzas Giratorias (Rashith haGilgolim) presagian la primera manifestación del Punto Primordial (Nekudah Rishonah), que se convierte en la raíz primitiva de la que surgirá todo lo demás.

    Kether es la Mónada inescrutable, la raíz de todas las cosas, definida por Leibniz en relación a la naturaleza extrema de las cosas físicas y a la unidad última de conciencia, como un punto metafísico, un centro de energía espiritual, no ampliable e indivisible, lleno de vida incesante, de actividad y fuerza. Es el prototipo de todo lo espiritual y, en verdad, de todas las cosas del cosmos.


    En esta relación el lector debería recordar el siguiente extracto de “El Universo Misterioso” donde Sir James Jeans escribe: “Esto demuestra que un electrón debe, al menos en un cierto sentido, ocupar la totalidad del espacio... Ellos (Faraday y Maxwell) describieron a una partícula electrificada... que lanzaba... “líneas de fuerza”, a través de todo el espacio.” (págs. 54-55).

    El concepto científico del electrón matemático que ocupa “la totalidad del espacio” correspondería al concepto cabalístico de Kether en el Mundo de Assiah.


    En la Cábala se incluyen lo que se conoce como las diez Sephiroth. Se especula respecto a lo que éstas implican -¿Diez números, diez mundos o diez sonidos?-. La deducción general de Cordovero es que se trata de principios sustantivos de “Kehlim”, vasijas de fuerza, o ideas categóricas mediante las cuales se expresa la Conciencia del Universo.
    Un pasaje metafórico del Zohar afirma con respecto a este punto: “El agua del mar es ilimitada y no tiene forma. Pero cuando se extiende sobre la tierra produce una forma... El curso de las aguas del mar, y la fuerza que emite para extenderse sobre el suelo, son dos cosas. Después se forma una inmensa cuenca con las aguas, como la que se forma cuando se hace un profundo agujero. Esta cuenca se llena con las aguas que surgen de la fuente; es el mismo mar y puede contemplarse como una tercera cosa. Esta amplia concavidad de agua se divide en siete canales, que son como muchos tubos largos a través de los cuales se comunican las aguas. La fuente, la corriente, el mar y los siete canales forman todos juntos el número Diez...”

    Después el pasaje sigue explicando que la fuente o Causa Primaria de todas las cosas es Kether, la primera Sephirah; la corriente proveniente de ella, la inteligencia mercurial primitiva, es Chokmah, la segunda; y el mar en sí mismo es la Gran Madre, Binah, la tercera; los siete canales citados son las siete Sephiroth por debajo o inferiores, como son denominadas.
    Los cabalistas postulaban diez Sephiroth porque para ellos el diez era un número perfecto, un número que incluía todos los dígitos sin repetición, y contenía la esencia total de todos los números.
    Isaac Myers escribe que 0-1 acaba en 1-0, y Rabbi Moses Cordovero, en su “Pardis Romonim” dice que “El número diez es un número que lo abarca todo. Fuera de él no existe otro, pues lo que está más allá de diez vuelve de nuevo a la unidad.”

    Kether, la Corona, es pues la Primera Sephirah. Como Causa Primera o Demiurgo se denomina también Macroprosopus, o el Gran Rostro en el Zohar. El número uno ha sido definido por Theon de Smirna como “el elemento principal de los números que, mientras muchos pueden ser disminuidos por sustracción y está en sí mismo privado de todos los números, permanece firme y estable”.

    Los pitagóricos decían que la Mónada es el principio de todas las cosas y le dieron, de acuerdo con Photius, los nombres de Dios, la Primera de todas las cosas, el Creador de todas las cosas. Es la fuente de las Ideas.


    Correspondencias:

    La Cábala doctrinal atribuye a cada Sephirah inteligencias llamadas de diversas maneras, Dioses, Dhyan Chohans, Ángeles y Espíritus, etc., pues la totalidad del Universo en esta filosofía es guiada y animada por series completas de estas jerarquías de seres sensitivos, cada uno con una misión y función particular, variando en sus grados respectivos y estados de conciencia e inteligencia.
    Sin embargo, hay una conciencia indivisible y absoluta sorprendente en todas las partes de cada partícula y cada punto infinitesimal en el universo manifiesto en el Espacio. Pero su primera diferenciación, por emanación o reflejo, es puramente espiritual y permite el ascenso a un número de “seres” que podemos llamar Dioses, su conciencia es de tal naturaleza, de tal grado de sublimidad, como para sobrepasar nuestro entendimiento. Desde un cierto punto de vista los “Dioses” son las fuerzas de la naturaleza; sus “Nombres” son las leyes de la naturaleza; son, por consiguiente, eternos, omnipresentes y omnipotentes –únicamente, sin embargo, para el ciclo de tiempo, aunque sea infinito, donde se manifiestan o se proyectan-.
    Los nombres de los dioses son importantes, pues, de acuerdo con la doctrina mágica, saber el nombre de una inteligencia supone poseer, de inmediato, un control peculiar sobre ella. El Prof. W. M. Flinders Petrie en su librito sobre “La Religión del Antiguo Egipto”, afirma que “el conocimiento del nombre da poder a su conocedor”.

    A la Corona, al primer dígito, se le atribuye el nombre-Dios de היהא Ehieh, traducido por “Seré”, significando de forma distintiva que el esquema de la naturaleza no es estático ni un sistema de existencia donde los procesos creativos hayan sido consumados hace ya tiempo, sino vibrante, progresivo y siempre favorecedor.
    Sus dioses egipcios son Ptah, quien, una vez más de acuerdo con el Prof. Flinders Petrie, era uno de los dioses abstractos –para distinguirlos de los dioses humanos o cósmicos- y el creador del huevo cósmico; y Amón-Ra –con el cual se identificaba a Osiris-, rey de los dioses y “señor de los tronos del mundo”.
    Su equivalente griego es Zeus –identificado con Júpiter en la teogonía romana- y se le representa generalmente como el padre omnipotente y rey de los dioses y de los hombres. Los romanos consideraban a Júpiter como el Señor del Cielo, el más grande y más poderoso de los dioses, y le llamaban el Mejor y el Supremo.
    En los sistemas religiosos de la India es Brahma el creador, del cual surgieron los siete Prajapati –nuestras siete Sephiroth inferiores- quienes, por orden suya, completaron la creación del mundo.
    El diamante se atribuye a Kether porque es la más duradera y reluciente de las piedras preciosas.
    También, por varias razones, los antiguos hicieron del cisne una atribución de este dígito. En todas las leyendas el cisne es el símbolo del Espíritu y del Éxtasis. Las leyendas hindúes cuentan que el cisne (Hansa), cuando se le daba leche mezclada con agua separaba las dos, bebiéndose la leche y dejando el agua –se suponía que esto demostraba su sobresaliente sabiduría-.
    El halcón es también una correspondencia. Si recordamos que Kether es la Mónada, el punto de vista individual, podemos entender la atribución del halcón porque éste tiene el hábito de permanecer sereno en el aire, mirando hacia abajo, desde el éter azul a la tierra y contemplándolo todo con total objetividad.
    El ámbar gris, el más raro y precioso de los perfumes –aunque contiene poco perfume en sí mismo es el más admirable como base de compuestos, remarcando lo mejor de cualquier otro perfume con el que pueda estar mezclado-, tiene su lugar en esta categoría de ideas.
    El color atribuido a Kether es el blanco; sus atribuciones en el Tarot son los cuatro ases y en el Sepher Yetzirah se le llama “La Inteligencia Admirable u Oculta”.

    De acuerdo con el “comentario de las Diez Sephiroth”, de Rabbi Azaziel, cada Sephirah tiene tres cualidades diferentes. Primero, tiene su propia función como Sephirah ya descrita. Su segundo aspecto es el que recibe de comprobar la Sephirah anterior, o desde arriba, en el caso de Kether; y tercero, transmite su propia naturaleza, y la recibida desde arriba a aquellas Sephiroth inferiores.



    2. CHOKMAH


    La primera Sephirah (la esencia del Ser-Espíritu-Materia) contenía en esencia y potencialidad a las demás y daba lugar a ellas en un proceso que puede ser matemáticamente establecido. Samuel Liddell McGregor Mathers pregunta: “¿Cómo se puede hallar el número dos?”, y responde a la pregunta en su Introducción a la “Cábala Desvelada”: “Por reflejo de sí mismo. Pues aunque el 0 no pueda definirse, el 1 es definible. Y el efecto de una definición es formar un Eidolón, duplicado o imagen, de la cosa definida. Así obtenemos entonces un compuesto de 1 y de su reflejo. Ahora tenemos también el inicio de una vibración establecida, pues el número 1 vibra alternativamente desde la inmutabilidad a la definición y vuelve a la inmutabiliad.”

    Isaac Ibn Latif (1220-1290 D.C.) nos da también una definición matemática de los procesos de evolución: “Así como el punto se extiende, y se hace más denso en una línea, la línea en el plano, el plano en el cuerpo desarrollado, de la misma forma se revela la manifestación de Dios.”


    Correspondencias:

    Si por un momento intentamos pensar lo que es la última diferenciación de la Existencia, veremos que, en la medida que podemos captarla es un más y un menos, positivo y negativo, masculino y femenino, y así esperaríamos hallar en el Árbol de la Vida que las dos emanaciones que siguen a Kether participen de esas características. Descubrimos cómo la segunda Sephirah, Chokmah o Sabiduría, es masculina, vigorosa y activa.
    Se le llama el Padre, es el nombre divino, es הי , Yah, y el coro de Ángeles apropiado es el Ophanim.
    Tahuti o Thoth es una atribución de esta Sephirah de Sabiduría, pues era el Dios de la escritura, del aprendizaje y de la magia. Thoth es representado con la cabeza del dios ibis y, de vez en cuando, tiene un mono o un mandril a su servicio.
    Palas Atenea se atribuye a Chokmah en la medida que era la otorgadora de dones intelectuales y en ella están armoniosamente combinados el poder y la sabiduría; es la Diosa de la Sabiduría que surgió totalmente armada del cerebro de Zeus. En la mitología griega aparecía como la preservadora de la vida humana, e instituyó la antigua corte del Areópago en Atenas.
    Es también Minerva en el sistema romano, cuyo nombre los filólogos consideran que contiene la raíz del “mens”, el pensar; es, por tanto, el poder pensante personificado.
    Maat, la diosa de la Verdad, unida a Thoth, es otra correspondencia egipcia. Urano, como los cielos estrellados, y Hermes con el Logos y el Transmisor de la influencia de Kether son también atribuciones.
    En el Taoísmo, el Yang positivo correspondería a esta Sephirah.
    Chokmah es el elemento activo vital de la existencia, el Espíritu o el Purusha de la filosofía sankiana de la India, por la que se implica la realidad básica subyacente en todas las manifestaciones de la conciencia.
    En el sistema de Blavatsky, Chokmah sería lo que allí se denomina Mahat o “Ideación Cósmica”.
    Para los budistas chinos sería Kwan Shi Yin; Vishnú e Ishvara para los hindúes. Chokmah es la Palabra, el Logos griego, y el Menrah del Targum.
    El Sepher Yetzirah le llama “La Inteligencia Iluminadora”; su planeta es Urano –aunque, tradicionalmente, se le asigna la esfera del zodíaco.
    Su color es el gris, su perfume es el almizcle de la orquídea; su planta la amaranta, que es la flor de la inmortalidad; y los cuatro doses del Tarot.
    Sus piedras preciosas son el rubí, que representa la energía masculina de la estrella creativa, y la turquesa, que sugiere a Mazloth, la esfera del zodíaco.
    El Zohar atribuye también a Chokmah la primera letra del Tetragrammaton YHVH. El Yod tiene también la atribución de los cuatro Reyes del Tarot.

    Deberían seguirse la atribuciones del Tetragrammaton cuidadosamente, pues a él se deben muchas de las especulaciones del Zohar.



    3. BINAH


    Chokmah da paso a Bihah, la tercera Sephirah, Aimah la Madre, que es negativa, pasiva y femenina.
    El tres es Binah, traducido por el Entendimiento y se le atribuye Saturno, el más anciano de los dioses, y el Cronos griego, el dios del tiempo.
    Es Frigg, la esposa del Odín escandinavo, y la madre de todos los dioses.
    El tres es también Sakti, la consorte del dios Shiva, que es la Destructora de la Vida. Sakti es aquella energía universal, eléctrica y vital que une y reconcilia todas las formas, el plan del Pensamiento Divino, que es Chokmah.
    Binah es Maya, la energía universal de la Ilusión, Kwan Yin del budismo chino, el Yin del taoísmo, la diosa Kali de las religiones hindúes ortodoxas, y el Gran Mar de donde hemos surgido.

    La imagen hindú de cuatro brazos de Kali es la más gráfica. De su cuello cuelga una guirnalda de calaveras, y alrededor de su cintura está un cinturón de brazos humanos de oro. En su mano izquierda que está más baja sostiene una cabeza humana decapitada, también de oro, y en la superior una espada. Con su mano derecha inferior ofrece favores a sus devotos, con la superior un símbolo para no temer a nada. Las calaveras y la espada representan su terrible lado destructivo, Kali; y sus manos derechas ofrecen favores e intrepidez; su lado benigno es similar al comunicado por el concepto egipcio de Isis. Es, a la vez, dulce y terrible –como la naturaleza-, creando y destruyendo alternativamente.
    En el sistema teosófico, un aspecto de Binah es Mulaprakriti, o sustancia de raíz cósmica que, como señala Blavatsky, debe contemplarse como la objetividad en su abstracción más pura –la base autoexistente cuyas diferenciaciones constituyen la realidad objetiva subyacente en los fenómenos de cada fase de la existencia consciente-.
    Es aquella forma sutil de la materia que tocamos, sentimos y respiramos, sin el más ligero conocimiento de su existencia. “La Cábala”, de Isaac Myers, establece el principio de que la materia (la Sustancia pasiva espiritual de Ibn Gabirol) se corresponde siempre con el principio femenino pasivo para ser influida por el principio formativo activo o masculino.
    En resumen, Binah es el vehículo sustantivo de cada fenómeno posible, físico o mental, de la misma forma que Chokmah es la esencia de la consciencia.

    Su color es el negro, ya que es negativo y receptivo de todas las cosas; la piedra preciosa que se le atribuye es la perla, por ser la típica piedra del mar, y también por referirse a la manera en que la perla tiene su origen, en el interior de la oscura matriz de una ostra.
    Su título en el Yetzirah es “La Inteligencia Santificante”; sus plantas sagradas son el ciprés, el lirio y la adormidera; y las cartas del Tarot son los cuatro treses.
    Su símbolo es la paloma suspendida –el verdadero Shechinah o Espíritu Santo-.
    La letra del Tetragrammaton es la primera Heh ה, y la atribución del Tarot son las cuatro Reinas.



    La Tríada Superior


    Las tres primeras Sephiroth, llamadas los Supremos, trascienden en todas las formas posibles todos los conceptos intelectuales, y sólo pueden entenderse mediante un aprendizaje especializado en meditación y Cábala práctica.
    Los Supremos están separados de lo que está por debajo de ellos por una gran extensión, el Abismo.
    Los Supremos son Ideales; las otras Sephiroth son Reales; el Abismo es el espacio metafísico entre ambos. En un sentido no tiene ninguna conexión o relación con las Inferiores, las siete Sephiroth situadas por debajo, reflejadas por ellas –únicamente que el Espacio es independiente y no se ve afectado por si hay o no hay nada manifestado en su vacío.

    La causa de la aparición de Kether, la primera Sephirah, el punto central sin dimensiones, plantea tremendos problemas.
    Lao Tse nos enseña que: “Tao creó la Unidad, la Unidad creó la Dualidad, la Dualidad creó la Trinidad, y la Trinidad creó todas las cosas existentes”.
    La Cábala doctrinal de Rabbi Azariel presupone que Ain Soph para crear el Mundo (la décima Sephirah), fue incapaz de hacerlo directamente, pero lo hizo mediante Kether, que sucesivamente crea las otras Sephiroth o potencias, culminando en Malkuth y el universo eterno.
    El Zohar vuelve a plantear esta hipótesis. Pero existe una dificultad, ya que es claramente imposible para un concepto tan abstracto como Cero el poder hacer algo.
    Blavatsky, en su obra monumental “La Doctrina Secreta”, reconoce esta dificultad y se esfuerza por solucionar el problema estableciendo que el Absoluto (Ain) es incomprensible en sí mismo, tiene varios aspectos a partir de los cuales podemos considerarlo –Espacio Infinito, Duración Eterna y Movimiento Absoluto-.
    Este último aspecto está representado por la expresión hindú del Gran Aliento de Brahma, yendo y viniendo, creando y destruyendo los mundos. Con la inhalación cíclica del universo es apartado y deja de existir; pero con la exhalación comienza la manifestación con la aparición de un “laya” o centro neutral que llamamos Kether.
    Esta ley cíclica o periódica de manifestación cósmica no puede ser otra que la Voluntad del Absoluto en manifestarse. En cuyo caso necesitamos caer de nuevo, con toda precisión en el antiguo postulado de que El Absoluto manifiesta el punto laya o Kether, a partir del cual, finalmente, va a surgir todo.
    La visión de otro sistema es que el Universo es el eterno juego del amor (“lila” en sánscrito) de dos fuerzas, siendo la positiva el punto central –Hadit-; el Espacio Negativo Absoluto. Este último, representado como la Reina del Espacio, Nuit –la “azuzada hija del Ocaso”-, se concibe diciendo: “Pues yo estoy dividido por el amor de Dios, por el hecho de la unión. Ésta es la creación del mundo, que el dolor de la división es nada y la alegría de la disolución lo es todo.”

    Desde el punto de vista de nuestra doctrina cabalística, sin embargo, de la incapacidad de las facultades intelectuales para solucionar estos problemas filosóficos insuperables –un hecho que gran número de locuaces cabalistas ignoran constantemente u olvidan-, sería mejor y mucho más razonable el admitir que con la lógica no podemos justificar la existencia de la primera Sephira, a partir de la cual ha sido creado todo lo demás.





    Fuente:
    REGARDIE, ISRAEL: "Un Jardín de Granadas".

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